viernes, 23 de abril de 2010

No fue un viaje cualquiera

Pocas experiencias vividas de esta manera. Comenzó todo con el precipicio de la prisa y conforme la tempestad iba disminuyendo la alegría iba aumentando en nuestros rostros, nos reconfortamos en tan maravilloso lugar, en ese espléndido paraje del que nadie antes de partir diría que fuera a significar todo lo que ahora sí que lo significa. Algunos ignorantes se preguntaran y qué puede significar dicha cosa, sencillamente inexplicable sino lo vives desde el interior, desde el interior del corazón, desde el interior de ti, desde el interior del que tienes delante, es decir, inexplicable para todo aquel que no compartió tan maravillosa estancia con nosotros. Todo comenzó con la famosa “jamaicana”, y rubia es, aunque no mujer, y cuatro pajitas y muchos vasos alrededor crearon un ambiente añorable, aunque la baja temperatura hizo que buscáramos el refugio del calor y nos encontráramos con una fauna nunca vista antes, entre ella pudimos encontrar a la tortuga gigante en celo, al alicancano o a una peculiar gallina extremeña. Las horas pasaban entre bebida y flashes que aparecían desde los lugares más recónditos y sorprendían a los más despistados y despistadas con fotos un tanto curiosas y embarazosas, aunque algunas de éstas con toda la intención de la fotografiada y después arrepentida. El calor de las brasas nos iluminó la noche y ni la comida tostada nos hizo perecer en nuestra satisfacción. Brindamos por los ausentes y brindamos por ser tan afortunados de simplemente estar. Conforme avanzaban las horas nos iba sorprendiendo una de las especies, procedente de tierras leonesas, característico por su simpatía y su adaptación al medio natural. No tardaron en comenzar los sonidos de la naturaleza a tronar y los animales a interpretarlos rítmicamente con su cuerpo, cantando canciones tan típicas de la naturaleza alpujarreña como “hola mi amor” que fue precedidas de “a message to you rudy” y otras típicas de dicha naturaleza. Ya adentrados en los temas cantariles, comenzó una especie de ritual en el que los ambos sexos de las distintas especies se agrupaban para combatir en una lucha cantaril, de la que salieron vencedoras las hembras como normalmente ocurre en esta especie. La noche acababa y cada mochuelo se fue a su olivo para amanecer en otro día inolvidable.

Fue soltar la pierna en el suelo y tener la presa en la boca. Delgados, finos y largos se enrollaban con un sabor peculiar no probados por muchos antes, pues solamente cazado y cocinado por la especie jiennense tendrían tan dichoso sabor. Acabó dicho manjar y comenzó la injerencia de líquido primero para acompañar, luego para sonreír y más tarde para desfasar pues no fueron en vano las once horas continuadas injiriendo dichas sustancias para explotar en un éxtasis de alegría y cariño mutuo que nunca olvidaran dichas especies. En las primeras mencionadas, es decir, para acompañar después de la comida, a la vez se comenzó otro particular ritual en el que inexplicablemente algunas especies confundieron su género, profanando “machos femeninos, machos femeninos”, en el cual de nuevo vencieron indiscutiblemente las hembras…todas las hembras. El fuego iluminaba la situación y pasaron las horas solo quedando los recuerdos de éste, sobre los recuerdos comenzaron a calentarse la carne del deseo, la cual, posiblemente, retorció el estomago a alguna de las especies. Y se comenzó a pasar al liquido desfasado, todo comenzó repitiendo el ritual del día anterior aunque esta vez los machos estuvieron a poco de conseguir una victoria celebrada seguramente con un “tiritirí”, sonido característico del alicancano leones. En la despensa la mayoría de los machos rugieron y enseñaron su calidad de machos a los demás demostrándose cual más peludo y a la vez más macho era, pues la oscuridad les permitió desinhibirse de toda frustación y bailar sobre las pequeñas rocas de la despensa y hacer un pacto digno de la especie de los machos. Cuando aquello parecía la vitalidad personificada y la alegría consumida pero nunca acabada, comenzó el momento de relajación y de la emoción, algunas de las especies como la foca maracenera se les escaparon unas lagrimillas de alegría y no de amargura de tan maravilloso momento en el cual todas las especies se dieron cuenta de todo lo que les unía y que nunca se les desuniría, y sobre todo por la presencia de una de las especies que sin quererlo llevaba tanto tiempo sin estar con ellos y al cual no podían borrar de su mente ni un solo instante. Acabó tan maravilloso y precioso tiempo de nuestra vida cuando conseguimos que una pobre criatura desocupada y posiblemente anteriormente maltratada nos mostrara una pequeña dosis de cariño, e hizo que uno de los últimos flashes lo recordemos simplemente con una sonrisa en nuestros labios.
Gracias
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